Quizás lo que no entienda y no haya entendido jamás García Domínguez es que a la mayoría de la gente del país que todavía es llamado España las cosas de la gobernanza le importan una higa mientras sea la Izquierda confederada quien la gobierne. Porque hasta que ha llegado esa arma de destrucción masiva que atiende al nombre común de pin, hemos visto cómo Sánchez ha modificado todo su discurso para conchabarse con quien decía era el enemigo público de España y la democracia, le ha prometido al PNV que sus exigencias tendrán un encaje especial en el Estado, ha propuesto como Fiscal General a una de sus antiguas ministras, está por rebajar las penas a los sediciosos catalanes modificando el código penal y ha acordado en Navarra unos presupuestos con Bildu tras votar en contra de que la Eurocámara persiga los crímenes de ETA. ¿Y qué le ha importado eso a la gente que lo ha votado, García? Nada. Menos que nada.¿Y quiere usted que la Derecha se deje de pines y haga el qué?
Mire, aquí la Derecha no tiene nada que hacer hasta que la Izquierda no vuelva a dejar el país para el arrastre económicamente hablando -que socialmente ya lo está-. Y muy arrastrado tiene que estar, porque este país está acostumbrado a que con que le repartan ya tiene bastante. ¿Y sabe por qué sucede eso? Porque nadie de la Derecha y del centro liberal se ha preocupado en estos 40 años de democracia de exigir un pin, ni en los colegios ni en parte alguna. Un pin que acabe con la hegemonía cultural que ha impuesto el consenso socialdemócrata y entierre de una vez ese marxismo aunque zombi que todavía sigue coleando en todas las televisiones y medios de comunicación.
Redondo hará su trabajo, no lo dudo. Pero puestos a reconocer mérito, que sean PRISA, Roures, incluso aquellos visitadores de la Moncloa que tanto malestar causaban a Juan Luis Cebrián quienes acaparen las mayores y mejores alabanzas. De justicia es. No se me venga usted arriba.
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