Mueve a la perplejidad que, en este tiempo y lugar postideológicos, aún haya quien huya de formar pactos de gobierno excusándose en irreconciliables características topológicas. Máxime cuando el Equipo de Gobierno de los últimos dos años formado por PP y PA si por algo se ha caracterizado ha sido por mantener casi intacta la superestructura que supuestamente sostiene a la Izquierda y que se encontró al arrivar de manera traumática al poder debido a la deconstrucción pesoísta. Desde la asunción del lenguaje de genéro -no hubo entre los ocho un solo disididente del estúpido y febril o/a de filiación feminista- hasta la gestación de una escuela pública infantil de titularidad municipal y de paternidad izquierdaunista en su momento negada abiertamente por la socialdemocracia rosa gobernante. Y pasando, cómo no, por intentar arreglar esa línea que beneficiaba a unos pocos y tanto perjudicaba el bien común y en el que el atroz empecinamiento pesoísta en sostenella y no enmendalla, ay, casa tan mal con la bondad de esa justicia distributiva aristotélica citada el pasado sábado en sede plenaria como súmmun moral por Pablo Carrillo.
Todo ello sin llegar a hablar detenidamente de la gestión de la Cultura y los Servicios Sociales, quizás los ejemplos más transparentes de eficacia y de que nada hay que temer si se utilizan las personas adecuadas sea cual sea su filiación política. Claro que debe ser, como ironizaba mi buen amigo Kedator durante ese paseo que dimos juntos acompañando a la Virgen de Luna, que el buen arreglo de una calle o la mejor construcción de una residencia de ancianos depende de la mano con la que se pone el primer adoquín o se unta con cemento el primer ladrillo.
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