Por ahí he leído que cuando se imponen el relativismo y la falta de moral, a los argumentos se les puede dar la vuelta como a un calcetín. Así, los que lo fiaban todo a la legitimidad del mocionazo a destiempo para llevarlo a la práctica, ahora critican de manera vehemente y crispada que pueda celebrarse una concentración de ciudadanos indignados -jeje- a las puertas del ayuntamiento en la que se muestre la poca seriedad de la decisión. Olvidan, por puro interés y de manera poco respetuosa y democrática, que la ley -sobremanera la del calcetín- es igual para todos. O por lo menos debe serlo.
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