Es cierto, como sostenía Burke, que el prejuicio no siempre debe ser considerado un contravalor, pero buena parte de las veces se convierte en clara superstición. Así, si te das una vuelta por el Open de tenis y miras a las chicas que participan en él todas te parecen rusas. Pero luego, cuando te fijas en la bandera que simboliza la nacionalidad en el marcador, te das cuenta que alguna de ellas aunque se llame Nadia es más marroquí que la ciudad de Rabat.
Lo mismo sucede con Serge Ibaka, que te lo imaginas originario de Zambia y luego dentro de unos días lo ves defendiendo como nadie la camiseta de la selección española de Baloncesto. Jeje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario