Si hay verdadero acuerdo en la intelligentsia postKomintern, perfectamente conocedora de los crímenes del monstruo georgiano, es en disociar comunismo y stalinismo. Son conceptos antitéticos, sostiene, con objetivo inconfesado de salvar el honor del utopismo y la revolución de octubre, esa gran ilusión de la que hablaba Furet.
Los descendientes ideológicos de aquella, universitarios concienciados y defensores de la libertad -sic-, en cambio, no se andan con tantos remilgos. Son más bizarros que ignorantes y no les importa mostrar a las claras a sus héroes. Lo mismo les da que éstos sean los responsables de decenas de millones de muertos y de despedazar a las sociedades civiles de los países donde ejercieron el gran terror. Y brindan con y por ellos, excepto el estuprador de Tréveris, a cada cual más sanguinario.
Después del abundante bebercio, procede cantar. Naturalmente.
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