Elliott Murphy fue uno de tantos songwriters useños que aspiraban a suceder en el trono a Dylan y que luego tuvieron que conformarse con recibir la amistad de Springsteen para ir sobreviviendo. En 1975, cuando su proyección aún no había sufrido mácula, firmó uno de sus discos más reconocidos por la crítica -el público siempre le dio la espalda-, Lost Generation, en clara referencia a sus héroes literarios. Con el paso del tiempo, Murphy se estableció en París -creo recordar que incluso vivió durante un tiempo en Barcelona- produciendo exquisitos discos de rockandroll bohemio y maduro -Soul surfing tal vez sea el mejor de ellos- que acrecentaron y dieron lustre a su modesta leyenda.
Desgraciadamente, generaciones perdidas hay muchas. Aquí en España mismamente corremos el riesgo de fabricar una.
No hay comentarios:
Publicar un comentario