Qué tendrá el poder que convierte en señoritos hasta a los más patanes. No sabe usted con quién está hablando, dicen que dijo el ex ministro Corcuera a un agente del orden que impedía su acceso a una zona acotada al real de la feria de Sevilla. Y se lió.
Sí, parecen estampas costumbristas, de otros tiempos, de cuando los señoritos creían que todo en el cortijo era Jauja y el monte orégano. Cambian los señoritos, sus formas y quehaceres, sus discursos, sus carnés. Pero hay algo que no cambia en ellos, sea cual sea su alta cuna o baja cama: el goce de ese baño purificador a la vuelta del roce con la plebe para quitarse la roña que se adhiere como el loctite.
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