Si quieres conocer al chiquillo, dale un carguillo, dice el refrán. Y a la Sinde le han dado uno, aunque desconocemos si por méritos propios o por meritocracia paritaria.
Hay que reconocer que como ministra del cine está en todo: lo mismo en un posado en Cannes que controlando la censura. Dejad que sean los expertos quienes opinen, les ha dicho a los intelectuales, que viene a significar en román paladino para quien aún no lo haya pillado: No critiquéis, ignorantes, y dejad de hacerle el juego a la derecha de una p*** vez.
Del derecho a opinar sin ser expertos ya nos encargamos los de Plaza pública cuando el tema cambiosocietario de la COVAP, pero dejando al margen aventuras locales pasadas lo que habría que preguntarle a la ministra es que si ella cree que hay que dejar hablar sólo a los expertos qué demonios hacen los profesionales del arte dramático pontificando todo el santo día sobre energía nuclear, cambio climático, células madre y teorías económicas varias sin reprobación ministerial cinematográfica alguna.
Éstos son los demócratas que nos gobiernan -tal vez los mismos que hablaban de cerrar la COPE- y así lo he contado.
(Coda: Se podrá argumentar que esa valiosa información sólo debe recibirla el socio, que a nadie más le concierne, que es de consumo y debate interno, que nadie debe opinar de lo que no le interesa o desconoce; pero es que si esto fuese así -que no lo es, todos sabemos de la importancia de la decisión para el futuro de la comarca, como así lo ha hecho constar el propio Tomás Aránguez repetidas veces-, la opinión en cualquier democracia estaría restringida al análisis de los considerados expertos, y sólo en cuestiones de su magisterio. Esta restricción sería un eufemismo de censura previa, de anulación del derecho constitucional a emitir libremente opiniones en los términos que la Constitución dictamina y que diferencia toda democracia de un sistema censor o totalitario.El derecho constitucional a opinar en el tema COVAP, Plaza Pública, 23/10/06.)
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