
En esta noche de brujas, zombies, santos y misterios en la que todo cobra una dimensión espiritual, me voy a permitir revivir a una banda fascinante: los árboles gritones más sicodélicos del grunge, los poderosos y enigmáticos Screaming Trees.
Pocas bandas de su nivel ha habido entre lo que va desde los noventa hasta hoy mismo. Pocos discos son tan extraordinarios como Sweet Oblivion -para Jaime Gonzalo, junto a Phaseshifter de Redd Kross, el mejor disco americano de la década de los noventa-. Pocos discos he escuchado yo en la historia del rockandroll tan majestuosos como Dust.
Para concluir: jamás desafinará Mark Lanegan como lo hacía Kurt Cobain, así que mejor que Ramoncín no lo intente.
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