¿Qué hay que celebrar, que somos un protectorado económico de Alemania, Estados Unidos y China?, ¿que vivimos en estado de alarma permanente?, ¿que tenemos cinco millones de parados y podemos ser rescatados financieramente en un par de meses?, ¿que el Gobierno está dispuesto -o por lo menos lo estaba antes del descalabro del PSC- a burlar la sentencia del TC que consideraba inconstitucionales algunos artículos del Estatuto de Cataluña con tal de satisfacer las exigencias del nacionaltripartito?, ¿que nuestro presidente haya fomentado irresponsablemente el estado confederal?, ¿que en algunos territorios de España se salten la ley como les venga en gana sin mediar tan siquiera reproche de los que prometieron defender la Constitución?, ¿que nuestra Justicia esté altamente politizada y casi nadie crea en ella por considerarla al servicio de este o aquel partido?, ¿que tenemos una ley electoral injusta que no será reformada porque no le conviene a PSOE y PP?, ¿que los cables de Wikileaks aseguren que nuestro poder judicial es connivente con los intereses de estados extranjeros?...
Suena a chiste que aún lleguen normativas a los centros de enseñanza para que se celebre en ellos la Constitución. Y da mucha pena y produce mucha rabia.
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