Es fama que las cámaras tienen querencia por Benito García. Y como más a gusto se siente él, en recíproco sentimiento, es estando delante de ellas, pues cada vez que tiene oportunidad se luce. Ante las de Canal 54 al antiguo alcalde y ahora leader del CDeI creo haberle oído hablar de, atención, dimisiones, vendetta y de gobierno de concentración como si estuviera actuando en una obra de Shakespeare, escribiendo una novela a lo Mario Puzo o dando un mitin en tiempos de guerra.
Todo, por supuesto, a propósito de la ya celebérrima y archicomentada sentencia del TSJA sobre la susodicha alineación y las actuaciones sobre la misma realizadas por el gobierno que él ayudó a aupar al poder el año pasado. A menos de nueve meses de las elecciones municipales y con todo lo que hemos sufrido y todo lo que le hemos oído decir sobre éstos y aquéllos. Como si todos padeciésemos de alzheimer o nos hubiera dado una trombosis.
Benito García es últimamente a nuestra política lo que la actual selección española al fútbol: un torbellino mediático intentando dignificar su pasado.
Mandaban los cánones colocar una pata de gallo muerto o un papel traspasado por una chincheta en el que pudiera leerse Os la tengo jurada en el asiento de Manolo LLergo, limitarse a votar y desaparecer sin hacer ningún ruido. Pero no, Benito García le tenía reservada a su antiguo compañero y amigo una muerte lenta televisada en directo en horario prime time –qué cosas, él, que dijo una vez que nunca permitiría que los plenos llegaran a los hogares de los ciudadanos-. Aprovechó, además, su turno como portavoz del grupo mixto para entrar en campaña, porque lo suyo fue aparte de toda una vendetta con luz y taquígrafos, un mitin en toda regla.Antonio Jimeno Márquez, artículo La foto de Benito García, Plaza Pública, 30/06/09.
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