sábado, 11 de septiembre de 2010

Que no quiten el IMSERSO, por favor




María Isabel Quiñones es una señora muy apañá que dedica cancioncillas a su exsuegra, le gusta el jamón de Pozoblanco tanto como el de Jabugo y Guijuelo, se felicita por tener una nieta de nombre Luna como nuestra Virgen, pide que jamás quiten el IMSERSO por si llega a la tercera edad abandoná por el amor y agradece a todo el mundo su presencia en el estupendo -dixit- Teatro El Silo. Lo que se dice una madurita interesante, vamos.

Martirio
es un producto pop, un personaje ochentero de estética demodé, de extravagante peineta, gafas oscuras, vestía con pañuelo fular en malva y curiosa personalidad capaz de que media parte de su actuación haga, con justicia, honor a su nombre. Tras una preparada jam entre el pianista de San Fernando y la guitarra de su hijo, vuelve enfundá en adamascado rojo con abanico a juego y tira por Volver y Ojos verdes con el deseo de dejar buen sabor de boca a un respetable que aplaudiría igualmente semejantes obras de arte aunque las masacrara Carmen de Mairena.

Lo mejor de la noche -me fui durante el segundo bis-: esa canción, a medio camino entre el spoken word y el rap aflamencado -sic-, de la señora gorda que va a la consulta de Don Manué que lleva por título Las mil calorías.





Ni una vez me conmovió, demasiado revoltijo de estilos para mi gusto. Aunque así, un cubata vale menos y cuesta más.

Unas 200 personas.

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