Reconocía Revel que allá por finales de los sesenta, y contrariamente a la postura oficialista antiamericana europea, se encontró en los Estados Unidos una sociedad efervescente e inconformista que ponía en entredicho todos sus hábitos sociales y las bases de su cultura. Era, escribía, una sociedad mucho menos encorsetada en lo ideológico que la europea, en la que muchos más americanos que europeos tenían lo que se llama trivialmente una opinión personal- inteligente o odiota, esa es otra cuestión-, en lugar de limitarse a repetir la opinión prevaleciente en el círculo socio-político-intelectual en el que se movían o del que formaban parte.
Cuarenta años después, esa sociedad parece no haber cambiado ni un ápice haya sido gobernada por republicanos o demócratas: están siendo los republicanos y miembros destacados del Tea Party y no los liberales -así se llama allí a los socialdemócratas light adscritos al Partido Demócrata- los mayores activistas en la legalización de la producción y consumo de marihuana en el estado de California, que será sometida a referéndum el próximo dos de noviembre, ofreciendo unos argumentos liberales -entendidos según la tradición europea, esto es, verdaderamente progresistas-, bien construidos y difícilmente cuestionables.
Aquí en nuestro país, en cambio, pensar por uno mismo y manifestar lo que se piensa es una actividad perseguida y poco reconocida, sobre todo, si se pertenece a una formación política y se promete fidelidad a la causa que no a las convicciones -ya es por todos conocido el célebre apotegma guerrista de que quien se mueve no sale en la foto-.
(Coda:"Si alguien se va a fumar un porro en su casa y no hace mal a nadie, quizás la policía debería preocuparse por otros problemas que tenemos en nuestra sociedad". Sarah Palin)
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